Cuando uno tiene una enfermedad, al principio la rechazas y te vuelves violento contra la vida, todo te da rabia. Me enteré de que podría perder la visión. Sentí mucho miedo al pensar que ya no leería. No aprendería nada más y las personas al verme murmurarían cosas sobre mi ceguera. Me gustaba mucho leer, estudiar. De pronto me diagnosticaron Retinosis Pigmentaria y no pude continuar en la universidad. Comencé a depender de los demás y las cosas se me tornaron difíciles. Todos los días temía tropezarme con los muebles. Al principio, no es fácil aceptar que tienes una discapacidad y al mismo tiempo tener que aceptar que los demás te vean así. A pesar de todo me mantuve activa, al principio no le di mucha importancia. Conseguí un excelente trabajo, hice cursos de mecanografía, pero al pasar el tiempo, cuando me quedaba a trabajar hasta muy tarde, me di cuenta de que algo pasaba con mis ojos en la noche. La Retinosis produce ceguera nocturna. 

Aprendí muchas cosas nuevas. No me aparté de los textos porque ahora uso audiolibros. Y ya sé leer con el método Braille. Sigo manteniendo la sazón en mi cocina aplicando las recetas de mi abuela. Aún mantengo ordenada la casa en la que nací. Me enamoré y me casé con un hombre extraordinario, Pedro. Dios lo puso en mi camino. Creo que llegó a mi vida por una causalidad y no por una casualidad. Gracias a Pedro soy independiente, hasta me monto en mototaxi. Junto a él aprendo medicina botánica y sigo cocinando muy rico. El asado negro me queda muy bien, el arroz con pollo, ¡extraordinario! A Pedro le encanta.

Reconozco que fue duro imaginar que mi vida sería completamente triste. Tuve momentos de amargura. Lloré bastante. Pensé que me quedaría encerrada en mi cuarto por mi ceguera. Pero, entre las cosas que aprendí, entendí que la vida no es ni tan dulce ni tan amarga. Ahora puedo decir que esto que le pasa a mis ojos me dio la oportunidad de apreciar mi existencia, de querer seguir adelante y darle más valor a las cosas. De ayudar a los demás con mucha más pasión que lo que hacía antes. Aprendí a caminar de nuevo porque conocí cómo debo usar un bastón, y he conocido a personas muy interesantes.

Me siento feliz y realizada. Disfruto más de mis sentidos. Siento la brisa en mi rostro y me gusta escuchar las hojas secas cuando caen de los árboles.

Ahora camino acompañada pero no para que me ayuden sino para dar y recibir amor. Vivo en plenitud porque mis ojos están y seguirán estando aquí conmigo, no los perderé ni me perderán. Mis ojos no quieren nada con la oscuridad, no quieren esconderse de los espacios y las cosas que me rodean. No quieren perder el reflejo de ver a mi esposo Pedro. Aun cuando mis ojos no perciban suficiente luz, ya no me abrumo ni me asusto, porque sé que junto a Pedro no existe silencio ni penumbra.

Escritura:
Edicta Pineda
Fotografía:
Hayfer Brea
Lugar:
Av Panteón, Caracas
Fecha:
19.3.2016
Aun cuando mis ojos no perciban suficiente luz, ya no me abrumo ni me asusto, porque sé que junto a Pedro no existe silencio ni penumbra.
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