Soy muy emocional, yo puedo estar súper feliz o demasiado triste y siempre lo demuestro al máximo. Todo lo que hago lo hago con mucha pasión y entrega. Mi punto de equilibrio, mi calma, es hablar con Dios. Mi madre siempre dice que debemos encontrar a Dios en nuestro día a día. El simple hecho de estar hoy aquí, es un hermoso milagro.

Durante mi infancia siempre estuvo presente la idea de irme a estudiar en el extranjero, ese era el sueño de mis padres. Nunca entendí muy bien por qué querían que saliera, si yo me sentía tan a gusto en Venezuela. 

Cuando terminé el colegio tuve la oportunidad de ir a España a estudiar. Al llegar allá me encontré en un mundo completamente diferente a lo que conocía. Entonces entendí el afán de mis padres por enviarme a estudiar ahí; en España la educación era completamente distinta, era muchísimo mejor e incluso regalaban todos los útiles de estudio. Lo más difícil fue desprenderme de mis amistades, porque a pesar de haber conectado con personas nuevas, nunca terminé de sentirme parte de aquel ambiente. Extrañaba El Ávila, la calidez de aquí, respirar el aire venezolano. En ese momento me di cuenta de lo mucho que amaba a mi país.

Tras dos años, volví y continué mis estudios aquí. Gracias al incondicional apoyo familiar me gradué y comencé a trabajar en mercadeo. Es una profesión que me apasiona. Ver que todo el esfuerzo que empleaste en cada campaña, efectivamente hizo que llegaras a las personas, me da satisfacción, me siento feliz. 

En cierto punto ocurrió otro de esos pequeños milagros: gané un concurso de Bloxie. Al final quedé enamorada de aquella experiencia y continué formándome en diferentes áreas afines a mi labor. Creo que lo que me engancha de este tipo de educación, es que me permite aprender lo que realmente me interesa. El objetivo al realizar cualquier curso o diplomado no debería ser el papelito que te certifica, sino que el tema sea de tu agrado y te deje un aprendizaje.

Poder aplicar en mi trabajo todo lo que he venido aprendiendo, me hace sentir plena. Son esas cosas, que en principio lucen insignificantes, las que me mantienen con una actitud positiva, a pesar de la adversidad. A veces es difícil, con tantos factores externos, tanta negatividad colectiva. 

Cuando me preguntan si soy el vaso medio lleno o medio vacío, les respondo: “soy la jarra que llena esos vasos”. Me encanta motivar a las personas, contagiarlas con mi alegría. Por supuesto, a veces esta jarra se vacía y hay que buscar la manera de recargarla; el estar en mi país, observar el paisaje, encontrar a Dios cada día, son las pequeñas cosas que recargan la jarra.

Creo en las personas y las empresas que continúan apostando por el país, que conocen el potencial que tiene este maravilloso lugar. Venezuela necesita más jarras recargadas.

Todo el tiempo me preguntan, “Gaby, ¿por qué sigues aquí?”. No puedo expresar una respuesta válida para la mayoría. El hecho de poder tomar un café en las calles de mi país, me genera sensaciones que no tendré en ningún otro sitio, emociones que no encontré durante mi estancia en Europa. Irme además significaría rendirme, dejar de luchar por lo que es nuestro. No quiero en el futuro decirle a mis nietos que su abuela se rindió. Más bien prefiero contarles cómo entre todos, unidos, sacamos adelante a Venezuela. 

Escritura:
Andrés Piña
Fotografía:
Elizabeth Hernández
Lugar:
Los Palos Grandes, Caracas
Fecha:
13.2.2018
Soy la jarra que llena esos vasos.
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