Las cosas toman el sentido que tú le das. Yo le doy sentido a mi vida a través de la conjunción arte-vida. Estudié química. Pero me dedico al arte.

Mi comienzo fue recogiendo soportes en la calle. Fue un proceso que se gestó sobre la marcha. Los acumulaba sin saber qué haría con eso. Lo hacía como un acto de acción-reacción, los agarraba y los traía a casa. Más tarde, esta acción se transformó en un trabajo plástico. Empecé a recolectar las chapas que identifican el gas en el 2002. Mi aproximación con las chapas fue a través del sonido. Una estaba suelta y la pateé, al escuchar el sonido que produjo la agarré y dije: ¿qué es esto? Después caí en cuenta de que ellas están a lo largo de toda la ciudad, algunas sueltas, otras no, comencé a tomar las que estaban sueltas porque sentí que esas eran las reglas del juego. Con ellas hice mi performance sobre el gas.

Cuando estudiaba ciencias encontré algunos amigos que eran artistas, fotógrafos. Nos juntamos y comenzamos a exponer juntos. En el 2009 hice mi primer trabajo colectivo.

En el arte de acción la presencia del artista es más directa, se desarrolla una investigación. Me planteo ideas que están asociadas a una imagen, a veces tengo los objetos, o los voy encontrando. La imagen se va armando en el camino hasta el punto de que la muestra se ejecuta y concluye una faceta de este proceso. Después, la experiencia post-performance: una reflexión, un texto.

Con las acciones grupales quedaba como inquieto, sentía que había algo que no se cerraba, me generaba cierta ansiedad. El grupo se disolvió. Comencé a trabajar solo.

Mi obra está muy relacionada con el caminar. Suelo caminar, muchas veces, sin rumbo fijo. Es como una forma de desligarme de todo. Esta actividad se ha visto afectada por la violencia que se vive en el país, porque me han robado. Sin embargo, yo busco cómo darle la vuelta al suceder a través del arte. Trabajo con la vulnerabilidad del cuerpo frente al mundo.