Soy el quinto de seis hermanos, se supone que iba a ser el último pero el pequeño nació un poco antes de que mis padres se separaron. Yo tenía cinco años cuando mi papá se volvió loco, literal. Mucho después supimos que sufría una especie de esquizofrenia.

Yo estudiaba en un liceo de Antímano. El colegio tenía un convenio con la Universidad Católica, ahí daban talleres de contabilidad, matemática, lenguaje y escritura. Y yo siempre, digamos que proactivo, me inscribía en todo lo que podía. Eso me fue acercando a la universidad. El último impulso fue un proyecto de embajadores comunitarios en el que durante un año nos formaban para participar en modelos de debate. Los facilitadores me sugirieron aplicar a la universidad, hice un estudio socioeconómico y comencé el propedéutico.

Cuando tenía ocho años iba y venía solo del colegio. A los once trabajaba en una confitería en el pueblo de Antímano. Luego del colegio me ponía a embolsar. Más porque me gustaba que por necesidad. Era una manera de hacer un aporte a mi casa y darme los lujos que quisiera. Los útiles y los zapatos del liceo me los compraba yo. Le aliviaba cargas a mi mamá y en vez de ser un peso, colaboraba. No fue una infancia llena de juguetes y cosas divertidas, pero no la cambiaría. Ahora tengo veintidós años y me gradué de Comunicador Social el año pasado.

Estudié mis cinco años de carrera becado cien por ciento en esta universidad a la cual le debo infinitas cosas porque me transformó para bien. Ahora he sido inspiración para mis hermanos, los mayores no habían terminado el bachillerato y lo hicieron por parasistema. Una estudia derecho en la universidad y el menor está haciendo las gestiones para empezar. Mi mamá está muy orgullosa.

Hay algo que sí me molesta y es que soy la excepción en mi barrio. Cada vez que puedo le digo a los chamos de por ahí que no tiene por qué ser así. Toda mi vida he vivido en Antímano, arriba, pero me esforcé por ser mejor.

Siempre he pensado que en el barrio hay mucha gente que tiene potencial y talento, solo que no han tenido las oportunidades o, a veces, no se las fabrican. El que decide estudiar, ser distinto y tomar un camino diferente es la excepción. Y digo que es triste porque no soy más especial ni más inteligente que las personas de allá, sino que tuve las oportunidades y las aproveché.

Escritura:
Dulce Katz
Fotografía:
Raquel Cartaya
Lugar:
Antímano, Caracas
Fecha:
27.7.2016
Siempre he pensado que en el barrio hay mucha gente que tiene potencial y talento, solo que no han tenido las oportunidades o, a veces, no se las fabrican.
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