Del fútbol he aprendido a no rendirme. Si tú tienes el balón y te lo quitan, yo digo que lo busques y lo busques, que lo vas a obtener.

Por eso, a los padres que no dejan jugar a sus hijas, o a la gente que dice que esto no es para niñas, les digo que esto es muy bonito y motivador, que cuando vayan a sus partidos y las vean jugando, cuando vean todo lo que ellas son capaces de hacer, se van a sentir demasiado orgullosos. No deben tener miedo de que las golpeen o algo, yo soy niña, soy fuerte y juego fútbol.

Mi apodo en el equipo es la chiquitica, porque soy la más pequeña. Las otras son altotas y yo soy una chiquitiquita. Pero no me da miedo. Empecé jugando como defensa aquí en San Isidro cuando tenía ocho años, me acuerdo clarito, y ahora tengo once y soy delantera en la Sub-16 de la Metropolitana.

El entrenador Mario le había dicho a mi mamá para que me dejara jugar, pero mi mamá tenía miedo de que me pegaran en la cancha. Un día me porté mal y me dijo: “estás castigada y te voy a meter en el fútbol”. Cuando me metió eso para mí fue descubrir mi deporte.

El primer juego, que fue en Mesuca, fue fino y a la vez extraño. Yo era la única niña, nunca había jugado y estaba demasiado emocionada, no lo supero. No me acuerdo contra quién, pero recuerdo que ganamos. Mario me vio potencial y me puso en el primer tiempo, yo pateaba y pateaba el balón, y por patear así, hacían los goles. Me encantó porque sentí que yo era la que los hacía subir para que ellos anotaran. ¡Fue demasiado!

Antes, cuando no jugaba fútbol, yo solo me quedaba en la casa y jugaba con las muñecas, veía películas y comiquitas, como Dora la Exploradora y la Sirenita. Me gustaban tanto que mi papá me compró un mini televisor porque él ya estaba cansado de ver eso. Él nos daba chucherías y se encargaba de nosotros, mientras mi mamá trabajaba todo el día.

Después, cuando mi papá y mi mamá tuvieron muchos problemas, se divorciaron, y vivimos en distintas casas. No teníamos nada que comer, en esos momentos pasamos demasiada hambre.

Una vez mi abuela le encontró un trabajo a mi mamá cuidando un poco de perros, ahí nos daban hogar. Pasaron dos años y mis papás se repartieron la custodia, pero para mí se sentía mal porque yo quería que él estuviera siempre. No se pudo. Luego pasó algo y mi papá se murió, fue demasiado triste.

Mi mamá recuperó la casa. En ese tiempo que regresamos yo no quería salir, no tenía amigos. Lo de mi papá me pegó demasiado, también por eso mi mamá me metió en fútbol, para que saliera a buscar amigos porque me la pasaba encerrada.

Por el fútbol he conocido a todos mis amigos, si no fuera por eso yo ahorita no tendría a nadie con quien hablar, porque mi hermana Yurianni es más grande, y mis otros hermanitos, Joseph y Ángel, son más chiquitos. Mi mamá trabaja mucho y mientras ella no está no podemos salir por ahí, solo al fútbol y a la escuela. Pero mis amistades vienen, me saludan, nos ponemos a hablar un ratico.

Aparte de mis cuatro hermanos de sangre, sangre, tengo otros siete por parte de papá. Pero mis amigos también son como mi familia, así que tengo muchos hermanos y primos más. Ellos son todo para mí. En mi cumpleaños ellos me felicitan y me regalan cosas, y yo en los de ellos les devuelvo su favor. Soy honesta con todos, creo que es el regalo más bonito que les doy.

Aparte de futbolista me gustaría ser chef. Me encanta cocinar, cocinar y cocinar. Cuando hay comida para cocinar, la hago. Yo le cocino a mi mamá desde los nueve años. Como estudio en la tarde, en la mañana tengo que hacer el desayuno a mis hermanitos, y el almuerzo también; a veces ella lo deja y lo caliento. Aprendí viendo a mi mamá, hasta que un día ella me dijo: “¡Ponte a cocinar, que ya debes aprender!”. A veces no le echaba sal o le echaba mucha, pero fui mejorando y desde ahí en adelante la que cocina soy yo. Mi comida favorita es la “pasta gocha”, así le decimos en la casa. Es pasta con aliños y queso. En diciembre invité a mi mejor amigo a comer, hicimos la cena navideña y él comió aquí con nosotros.

Me da alegría ver cómo me apoyan. Ver cómo la gente que quiero grita por lo que hago. Cuando yo meto un gol, su apoyo me motiva a hacer más, me hace sentir que puedo hacer cosas mejores. Hago todo por ese momento.

Me gustaría ser una de las Vinotinto. Ese es mi sueño. Si llegara a ser una de ellas para mí sería algo muy honorable porque nunca he tenido algo tan grande. Mi idea es que cuando sea una jugadora profesional pueda arreglarle esta casa a mi mamá o darle su casa en donde ella quiera. Ella lo merece. Yo la admiro y siempre la admiraré porque lucha por nosotros.

Escritura:
Saymary Silva
Fotografía:
Fernanda González
Lugar:
Petare, Caracas
Fecha:
16.5.2018
Me da alegría ver cómo me apoyan. Ver cómo la gente que quiero grita por lo que hago.
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