Me gusta mucho trabajá', desde muchachito estoy en esto de la construcción y la albañilería. Aprendí con un tío mío, yo me puse a trabajá' con él y ahí fui aprendiendo.

Empecé de ayudante de albañilería, nunca esperé que me dijeran pega este bloque, yo mismo me ponía a pegarlo y aunque quedaba todo revirado mi tío me decía: no importa sobrino, vamos a echarle pichón. Así fui aprendiendo, dando ¡gorpe, gorpe y gorpe!. Dígame cuando estaba frisando placa, todo ese material me caía encima, pero no le paraba, yo pa’lante, hasta que aprendí a frisá' placa. Eso es lo más incómodo de mi trabajo. Es que uno anda con el pescuezo todo el tiempo así colgado y eso se le cansa a uno, y cuando se está empastando le cae en los ojos y eso pica, pero yo sigo pa’lante, contra viento y marea, hasta que Dios quiera.

Cuando hay material yo me distraigo trabajando, me gusta que se vea lo que hago, porque a mí me contenta que se vea el resultado de mi trabajo. ¡Qué es lo que uno hace! Por lo menos esto antier estaba infernal, no se podía pasar por este lugar, estaba feísimo aquí, ahora se puede ver y la gente dice: ¡cónchale cómo Liporachi ha cambiado las cosas! Me gusta transformar los espacios, si esto está feo muchas veces le digo a las personas zúmbale una fotito primero, y después, cuando termine el trabajo, zúmbale otra pa’ que vea cómo cambia la cosa.

Cuando a ti te ponen un bloque, uno más o menos considera lo que puede hacer. Hay que ponerle corazón al trabajo, amor. Cuadrar bien las cositas que uno hace, medir bien para que las cosas salgan. Que todo quede bien anivelaíto, y cuadradito por todas partes. Y si uno ve que algo va quedando malo, no esperar que venga alguien y te diga que eso va quedando malo, si lo ves túmbalo, arréglalo tú mismo, no importa que se pierda un poco de material. Yo mismo voy rectificando para que no haya ningún obstáculo, como dice el dicho: mide cien veces y corta una.

Siempre le digo a los muchachos, vamos a tratar de echá' pa’ lante, date cuenta que ya yo estoy en los últimos meses, en los últimos años y todavía quiero aprender más de lo que yo sé. Yo tengo 68 años, soy del 49, el 29 de septiembre, día de San Miguel, cumplo los 69, por eso mi nombre. Yo hoy me arrepiento de no haber aprendido de electricista, mecánico, de arreglar una lavadora, un aire. Uno debería de aprender todas esas cosas, para mañana o pasado, cuando se te ofrezca no estar pagando para que te las arreglen. Me quedé únicamente en la albañilería, pero quisiera seguir aprendiendo. Yo veo cuando componen una lavadora y estoy en la patica pendiente de qué cable pican para volver a empalmar otra vez. Traten de aprender, ustedes son jóvenes todavía y les viene un futuro por delante. Ellos me dicen que el tiempo está malo, y yo les digo que no importa, el tiempo se acomoda, quédese tranquilo, echa pa’lante y más nada, no vea pa’trás. Es pa’lante y pa’allá. Como se dice: ¿quién le pone cabeza al cangrejo?

Si yo tuviera un poder me gustaría hacer lo que es bueno. Muchas veces quisiera tener para ayudar a los demás, porque yo veo muchas criaturas sufriendo, a uno se le pone el corazón blandito cuando ves a alguien así. A mí me da tanta broma ver gente tan flaquita ahorita. Lo primero que cambiaría con ese poder es el modo de pensar de los que están más arriba, en el cogollo: el que tiene la barriga llena no se acuerda del que la tiene vacía. Yo creo que sí se puede echá' pa’lante, pero hay algunos más avaros que otros, todo lo agarran pa’ ellos. Hay que extender las manos a otros. El bastimento es lo primero, habiendo comida uno tiene ánimo de todo. Que uno no tenga que estar mortificado si comeré o no.

Uno tiene que tener entusiasmo, aprender, pensar en un mañana, ser alguien, no quedarse todo el tiempo de obrero. Hay que tener la iniciativa para hacer las cosas. En una casa de platabanda, el replanteo es importante, unas buenas fundaciones y buenas cabillas. Cuadra por aquí y por allá para que todo quede bonito y no se parezca a aquello, el diseño es importante. Que cada cosa sea única, que tenga detallitos. Me gusta inventar, voy estudiando en la imaginación a ver cómo va a quedar. Cuando voy pendiente de un trabajo que me está saliendo un poco chueco, me pongo a pensar cómo hago yo mañana, y me acuesto con el rebullicio, pero al día siguiente amanezco con la mente fresquecita y ya sé qué debo hacer, vengo y lo hago y sale perfecto. Eso es verídico, sale cierto. Uno amanece con la mente más fresca, más clara. Siempre me digo ¡cómo que no se puede chico!, sí se puede hacer. Pa’ mí no hay nada difícil, lo que vamos a hacer, lo vamos a hacer, hay que arriesgarse. Voy pa’lante, si no lo emparejo en la primera, lo emparejo en la segunda, y voy pa’ arriba. Y cuando lo logro, es una alegría para mí. Uno va con toda seguridad y sí lo hace. A mí me gusta que el trabajo rinda. 

Lo mío es el trabajo, cuando me dan vacaciones no quisiera ni agarrarlas. Me siento bien en la hacienda porque camino por aquí y por allá. A veces he soñado pa’cá, que estoy aquí trabajando… Sí me gusta otra cosa… ¡charrasquear el cuatrico! Yo no sé tocar, pero me pongo a charrasquear, por ahí me dejo ir. Yo mismo voy cuadrando mi cuatrico, me invento un ritmo, por lo menos una que dice: esta casa es grande, tiene cuatro esquinas, y en el medio tiene rosas clavelinas…

Mi corazón es azul, aunque me gusta el color amarillo como el araguaney florecido.

Escritura:
María Milián
Fotografía:
Chepina Hernandez
Lugar:
El Pilar, Sucre
Fecha:
9.3.2018
Hay que ponerle corazón al trabajo, amor. Cuadrar bien las cositas que uno hace, medir bien para que las cosas salgan.
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