Cuando empecé a estudiar filosofía, pensé que iba a conocer  “la verdad” y a cambiar el mundo. Luego me enteré de que iba a tener aún más preguntas y que para cambiar el mundo solo puedo hacer lo poco que depende de mí.

Lo que sí ocurrió fue que la universidad me hizo salir de mi burbuja. Antes había estudiado siempre en escuelas privadas y no conocía otras realidades. Ahora agradezco que mi mamá, una argentina repatriada, que es la persona más amorosa del mundo, me enseñara a no tener prejuicios para acercarme a las personas.

Primero llegué a Petare para participar en el proyecto de reinauguración del teatro “César Rengifo”. Luego, sin alejarme de mi pasión, me quedé formando la Escuela de Teatro Musical de Petare.

Digo que soy una niña crónica. Debe ser por eso que mis actividades siempre involucran a los niños, como la obra Ratón y Vampiro. Inclusive, de pequeña inventaba y organizaba planes vacacionales para mis primos, así que creo que era natural que hiciera teatro para niños.

Si algo tienen los niños es ese desconocimiento sabroso de la infancia, lo que yo llamo feliz inocente. Justamente con esta escuela queremos evitar esos momentos de ocio que pueden hacer que los chamos se vayan por mal camino. Participar en la escuela les da habilidades, se nota que les gusta y sienten responsabilidad. Antes solo pocos participaban y ahora debemos hacer audiciones. Es un reto muy grande, pero es un esfuerzo que puede ser replicable.

Sin duda hay cosas duras que no nos gustaría escuchar, como que un niño no puede llegar al ensayo porque en el barrio se están cayendo a tiros. O por ejemplo, que la mamá de uno de los muchachos se ofendió porque representó a una mujer como se hacía en el teatro isabelino. En ese caso hay que entender que no todo lo que hagas será aceptado, pero creo en lo que estoy haciendo y que funciona.

No quiero que juzguen a los chamos por venir de acá, ellos se están formando como cualquiera. En cambio quiero que sientan orgullo de decir de dónde vienen. Tengo personas cercanas que me preguntan cuándo voy a dejar de trabajar aquí porque les da miedo que venga todos los días, lo que no saben es que estando adentro, Petare, no es tan agresivo.

En cambio, si le temo a algo es a que nos vulneren el proyecto, por la razón que sea.

Escritura:
Dulce Katz
Fotografía:
Arnaldo Utrera
Lugar:
Petare, Caracas
Fecha:
12.4.2016
Para cambiar el mundo solo puedo hacer lo poco que depende de mí.
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