Me miré en el espejo y no necesité transformarme en nada más. Estoy en paz por primera vez en mi vida. En el fondo, siempre he sido un ave libre que cuando se siente encasillada busca volar a como dé lugar. Los cambios vinieron de un solo porrazo pero logré hacer de ellos mi camino y así, como semilla que escoge dónde crecer a gusto, en este momento siento que conseguí mi lugar.

Siempre he preferido mantenerme en el presente y cuando me preguntan por el pasado suelo responder: el agua que corre río abajo no vuelve a pasar. La nostalgia no es para mí, como tampoco lo es adelantarme a los hechos. Por eso mi atención se centra en lo que soy en el presente.

Me enfoco en levantarme temprano, servirme una taza de café negro, maquillarme y salir a trabajar. Tomo el transporte que me deja en la Simón Bolívar y cuando entro en el vivero para comenzar la jornada me siento completa. Satisfecha de haber escogido en cada aspecto de mi vida, inclusive en el trabajo, todo lo que quería ser. Por eso, lo que hago no representa una obligación para mí.

En un principio pensé en estudiar Biología, pero estar todo el día encerrada en un laboratorio no va conmigo. La Agronomía, en cambio, ha llenado mi necesidad de volar y me ha permitido conocer el país carretera adentro, eso sí, siempre con la música por compañía. Solía ser el cuatrista de una agrupación en la universidad, pero ya no toco. No quiero que se me dañen las uñas y quitármelas no es una opción. Ahora me limito a alimentar el oído cada vez que puedo.

Todavía queda camino por transitar, pero ahora sé que la imagen reflejada en el espejo es la de aquella mujer que siempre quise llegar a ser. Me miro y me pregunto: ¿por qué no hiciste todo esto antes? El tiempo me dará la respuesta, lo que sí tengo claro es que en la vida no basta encontrarse a uno mismo, hay que crearse.

Escritura:
Camila Lessire
Fotografía:
Felipe Rotjes
Lugar:
Sartenejas, Caracas
Fecha:
21.7.2016
Me miré en el espejo y no necesité transformarme en nada más.
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