En el ser humano siempre hay una necesidad interna que nos mueve. En mi caso es comunicar, expresar y crear. Siempre me ha gustado esta biodiversidad gigantesca que tenemos aquí en Venezuela. Por eso practico el excursionismo que posteriormente pude vincular con mi carrera de periodismo, porque tenía esa necesidad de divulgar todo lo referente a la conexión con el entorno natural.

Me he rodeado de muchos amigos científicos que me han mostrado los avances a nivel latinoamericano sobre lo que es conservación de fauna silvestre. Se ha vuelto un cliché decir que Venezuela es hermosa. Pero trabajando con ellos y viajando nos dimos cuenta de que en verdad es así. No solo en la naturaleza sino también en su gente, sus modos de vida, la idiosincrasia. Pudimos ver cómo cada ecosistema afecta a su comunidad, su cosmovisión, su perspectiva de ver las cosas.

En 2009, a consecuencia de todos esos viajes alrededor de Venezuela conocí Paria y en 2013 adquirimos esta hacienda donde ahora vivimos. En Paria nos habían ofrecido varias opciones, pero cuando yo llego a esta cima donde aún no había ninguna construcción, tuve la sensación de: “Aquí es. Este es mi lugar”. Son esas cosas que intuyes pero que no sabes explicar. No sabes para qué, pero sabes que aquí es.

Del Zulia primero se vino mi hermano, nosotros somos maracuchos, y al tiempo me vine con mi esposa. Antes de decidir mudarnos ella estaba por terminar el posgrado en Cirugía. Después de eso, nos preguntamos: “bueno, ¿nos vamos a Paria?, ¿cuándo salimos?” Y como muchas veces he hecho en mi vida, agarré mi morral y ya.

Le propuse a mi esposa venirnos en moto desde Maracaibo. A ella al principio le sorprendió la idea, pero después aceptó. Mandamos una parte del equipaje por courier, y otra la montamos en la moto y nos vinimos. Hicimos 1200 km desde el Zulia hasta acá, hasta la península. Nos paramos dos veces, una fue en Valencia en casa de unos amigos; la segunda fue en Puerto La Cruz, donde nos quedamos por dos días en casa de unos familiares, y luego continuamos hasta nuestro destino.

Llegando aquí fue que nos enteramos de que íbamos a ser padres. Vinimos con pocas maletas, pero nos trajimos el equipaje principal bien guardado, a nuestra hija. Ese es el mayor logro que yo puedo tener como ser humano. Ella nació aquí, por eso viene siendo también una extensión de Paria. Para mí ha sido una gran bendición llegar a esta península. Siempre a los zulianos nos tildan de ser muy regionalistas, pero, aunque yo digo que el Zulia es lo máximo, aquí conseguí este pequeño reino que es Paria.

Gracias a Dios fue una decisión que tomamos, como uno toma las mejores decisiones de la vida, sin mucho pensarlo, y al final te salen bien. Si te pones a darle vueltas piensas que es una locura y te lo pierdes. Nosotros siempre hemos viajado. En rutas, en bus, caminando. Hemos recorrido muchas partes de Venezuela, muchísimas. Inclusive hasta las fronteras. Hemos ido hasta Boavista en Brasil. A la Sierra de Perijá en Colombia. Viajar nunca fue un tema de miedo.

Soy de madre española y padre zuliano. Mi mamá junto con mi abuela y la familia hicieron ese viaje en barco desde España por tres semanas, sin saber exactamente a dónde llegarían, ahí hay algo de aventura también. Mi abuela me decía que había que conocer, que explorar, porque el mundo es un espacio muy grande. El mundo es una gran casa y hay que descubrirlo. Las fronteras están en la mente.

Eso creo que sin dudas ayudó bastante a forjar en mí eso de explorar, de conocer, y de ir un poquito más allá, dejando los convencionalismos. Porque no es lo mismo cuando uno ya tiene su itinerario definido y compras un boleto para montarte en un viaje organizado, que son chéveres y cómodos, pero ya tienes la certeza de lo que va a pasar. Y una de las sazones más importantes en la vida, por lo menos para mí, es la incertidumbre, que aquí en Venezuela eso lo tenemos de sobra. Claro, para eso es muy importante crear una red de amigos que te apoye, con quienes podamos fortalecernos.

Los amigos son un lujo, han sido cruciales en mi vida. Aunque puede pasar el tiempo y ya no los ves, su esencia va quedando y terminan formando ese rompecabezas que es uno. Así mismo con cada viaje. Los viajes serán siempre una forma de irse puliendo, sacando el polvo, de renovarse, porque uno conoce otros nuevos lugares, otras culturas, otras formas de ver la vida.  

Estar en Paria también lo veo como una especie de “autoexilio”, por darle un nombre romántico. Cuando llegamos tuvimos que replantearnos. Decidimos trabajar en darle un valor agregado a la tierra y a nuestra hacienda mediante el cacao, a la vez llevando ese mensaje naturalista, de cuidar el ambiente y de dar a conocer nuestra biodiversidad.

Esa fue otra de las cosas que me enseñó mi abuela, el valor del trabajo. Para un hijo de inmigrante el trabajo no es algo que asuste. Más que por tener o poseer, lo haces por la importancia de crecer como persona. Las etiquetas, los conceptos, son totalmente subjetivos. Claro que está la Real Academia Española que te da los significados de las cosas, y eso está bien. Pero al final, en la cotidianidad de la vida es que uno va interpretando y le va dando sentido real a todo. El trabajo para mí es algo que te permite volcarte hacia afuera. Y cuando tú no exteriorizas eso que eres, lo que llevas dentro, te marchitas.

Venezuela como nación necesita que cada uno de nosotros, como un eslabón de esta cadena, pueda desarrollar las cualidades y potencialidades que tenemos. Eso es lo que me está brindando esta tierra a mí, además de esa sensación que me arrebata de paz, de tranquilidad que de alguna manera me ha permitido ayudar a los demás.

A mi casa viene mucha gente, les cuento de mi experiencia, y así, voy incentivando en ellos ese sentido de emprendimiento. Antes de poder ayudar a otro tú mismo tienes que estar bien en todos los sentidos. Porque, qué te voy a poder transmitir yo a ti, si soy un infierno como persona.

Mi infancia no fue muy fácil. Mi papá fue una persona inclinada al alcohol y a la violencia doméstica. Aunque ya él no está en este plano, yo siempre le voy a dar gracias, porque él me enseñó lo que yo no debía hacer. Solo la resiliencia te ayuda a poder transformar el carbón en diamante. Después eso fortaleció el carácter y como soy el hermano mayor, en ese momento me dije: “tengo que ser la fortaleza de mis otros hermanos”.

Ahora que soy padre, puedo decir que mi hija y mi esposa son ese bastión, esa vela que dirige mi barco hacia un destino incierto, porque no sabemos a dónde vamos. El que sepa para dónde va exactamente que me dé esa fórmula, y sería genial, aunque también bastante aburrido.

Yo creo que la metáfora del barco encaja perfecto aquí en casa. Y el telón de fondo sería toda esta naturaleza gigantesca que abruma y que a la vez te nutre. Tratamos de llevar un rumbo, pero a veces los vientos no dan un sentido claro. Por lo menos en Paria se mezclan los vientos alisios con los del suroeste, entonces es loco. Pero, ¿qué hago? O lucho contra eso al punto de que no disfruto lo que estoy haciendo en mi viaje, o trato de ser un poco más flexible y decir: “yo voy para acá, pero si se me cambia un poco la ruta, ok, lo puedo tolerar”. Porque al final no es tanto a dónde tú vas a llegar, sino es el viaje en sí. Y la vida es un viaje. Así la he asumido hasta ahora. De hecho, aquí donde estoy, yo estoy viajando.

Así mismo es el asunto de las raíces. Por ejemplo, el árbol tú lo ves recio en su tronco, y lo ves agarrado bien en la tierra, pero tú no sabes hacia dónde van las ramas. Aunque están enraizadas ellas pueden salir en cualquier dirección, a los 360 grados. Entonces primero está la voluntad, que son tus cimientos de valores personales. Después viene lo aleatorio y maravilloso de las ideas, que son como las ramas, una sale pa’ allá otra pa’ acá, eso no lo puedes controlar. Por eso el árbol es de mis seres vivos preferidos.

No sabría decir exactamente por qué me quedé en Paria. Quizás fue porque la naturaleza me arropó de una forma tal, que su peso fue mayor que el deseo de escapar. Después eso se convirtió en un confort. Pero lo que encuentro aquí es un espejo de lo que puedo sentir y representar internamente, que es el llamado a estar en contacto directo con la naturaleza, a vivir una vida austera, a hacer lo que me gusta y vivir como quiero. Me di cuenta de que para mí todos los caminos, tanto internos como externos, conducen a esta península. Y aquí estoy.

Escritura:
Alexandra Cona
Fotografía:
Chepina Hernandez
Lugar:
La Cumbre Mariano León, Sucre
Fecha:
11.3.2018
El mundo es una gran casa y hay que descubrirlo. Las fronteras están en la mente.
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