Yo vengo de un pueblo de Barlovento llamado Tacarigüita. De mi pueblo me gusta todo. Uno en el pueblo es feliz. Cuando yo era niño me despertaba a las seis de la mañana a jugar béisbol, fútbol, básquet, lo que sea, metras. Lo especial de mi pueblo es mi gente. Cuando yo voy, siento el cariño de todos. Barlovento es muy parrandero y cuando puedo me llevo el trombón para alegrar un poco.

Tenía 18 años cuando empecé a tocar trombón. Ahora tengo 24. Yo antes quería ser percusionista; incluso, tocaba mucho tambor: cumaco, culo 'e puya, fulía. Mi sueño era tocar percusión porque mi tío es percusionista allá en el pueblo. En una de esas procesiones de Semana Santa en Tacarigüita conocí el trombón y me llamó la atención. Aunque mi primer encuentro fue mucho después, porque yo comencé fue con el bombardino.

Yo le decía al maestro Perucho: “¡Coye, pero si yo quiero tocar es el trombón, no el bombardino!” Él me decía: “Lo que pasa es que esa es la escuela del trombón”. Fue una lucha grande, porque yo era terco y no entendía. Quería empezar con el trombón, pero igual siempre fui muy juicioso con el bombardino. Veíamos clase en la casa del maestro, yo llegaba desde las nueve de la mañana, ahí me ponía a estudiar mientras los demás dormían, y tocaba el instrumento. Fue una experiencia muy buena. Con el bombardino no hice muchas cosas, pero las pocas que hice fueron muy chéveres. A medida que estudiaba me gustaba más el trombón. Sentía que tenía que fajarme para poder agarrarlo.

No puedo hacer algo que no me guste. Aunque los demás me digan que debo hacerlo, si a mí no me gusta, no lo puedo hacer. Si voy a hacer algo es porque me gusta. Me acuerdo cuando terminé el liceo y el profe Perucho me preguntó si me quería ir a la Marina, y como todos los músicos de Curiepe estaban allá, además, mi mamá me insistió tanto en que fuera, terminé diciéndole que sí. Pero no aguanté ni una semana. Cuando el maestro Perucho vio que me regresé me preguntó: “¡¿Euddy, qué pasó?!”. Y yo le dije: “Esto no es lo mío, lo mío es estar en una orquesta”.

Yo era muy rebelde, peleaba con todo el mundo, pero gracias a la música he aprendido a tener paciencia. La música es algo que te exige mucha disciplina. Tocar el trombón fue un giro en mi vida.

Me gustaría llegar a tocar en grandes orquestas como en la Sinfónica de Berlín, Boston o Chicago. Siento que lo que estoy haciendo me está llevando hacia allá. Cuando comencé a tocar el trombón hice cosas impresionantes en poco tiempo. En dos meses ya estaba tocando en una orquesta. Creo que lo que más me ha ayudado son mis profesores. Ellos son muy importantes. No tengo palabras para explicar la grandeza del profesor Perucho. Él siempre me apoyó. Estoy muy agradecido. Nunca olvido lo que las personas hacen por mí. 

Los maestros siempre me dicen que cuando uno toca deja todos sus problemas afuera. ¡Es increíble!, cuando toco me olvido de todo por completo y me enfoco en hacer música. La música es maravillosa, es mágica.

Me considero una persona libre. Yo siento que soy libre porque mi pensamiento es libre y porque hago las cosas que me gustan. Cuando toco mi instrumento me libero de todo. Soy libre de hacer lo que yo quiera. La mayoría de las cosas nunca salen como uno quiere, y en esos momentos hay que afrontar y buscar la solución. Siempre hay que ser responsable. La responsabilidad es mi palabra base. Tú puedes ser la persona más virtuosa, pero si eres responsable, siempre te va a ir bien.

La música me ha ayudado tanto, me permite liberarme y pensar.

Escritura:
María Vallejo
Fotografía:
José Pecorari
Lugar:
El Conde, Caracas
Fecha:
17.5.2018
Cuando toco me olvido de todo por completo y me enfoco en hacer música. La música es maravillosa, es mágica.
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