Nací en Caracas, mis papás se separaron y no querían tenerme y a los cinco años me fui para Guárico con mi abuelo. Mi bisabuela me crio pero ya no podía cuidarme porque tiene 98 años de edad, así que hace un año volví a Caracas para vivir con mi papá. No fue fácil… Al final mi papá me corrió de su casa y me fui a vivir con mi mamá.

Mi mamá vive en un barrio horrible. Un día se fue y me dejó solo. La pasé muy mal, hubo días en que no comía, no sabía qué hacer hasta que fui al Polideportivo de Mesuca, conocí a mis compañeros que ahora son mis hermanos y a mi entrenador Máximo, que es tremenda persona; él me apoyó y me sigue apoyando.

Jugaba fútbol desde niño, es mi pasión. Mi bisabuela me llevaba, siempre me apoyaba, me decía que siguiera mis sueños y que le echara pichón. A los siete años ganamos una final con penales, yo fui el último en patear y mi abuela se emocionó cuando hice el gol, lloró, me abrazó y esa noche hizo una fiesta en la casa, fue todo muy lindo. Ese recuerdo nunca se me va a olvidar.

Uno de mis compañeros me ayudó y me fui a vivir con su familia. Es uno de mis mejores amigos y siempre voy a visitarlo. El director del liceo me adoptó y seguí entrenando con el equipo. Estuve con él cinco meses y por una emergencia tuvo que irse. Me fui otra vez a donde mi mamá, pasé hambre, la pasé horrible…

El fútbol me mantiene alejado de ese círculo vicioso del robo que abunda por donde yo vivo. Cuando veo a seres muy queridos en eso, unos tan cercanos a mí, me impacta. No les echo la culpa porque si no tienen unos padres que los dirijan, ¿qué se puede esperar en un ambiente con drogas y armas? Muchas veces me han ofrecido eso, pero yo les digo que no quiero dañar mi vida. Creo que tengo mucho talento para desperdiciarlo con un arma.

Hubo un tiempo que llegué a pesar cuarenta kilos, mi entrenador me ayudó mucho. Lo admiro, es una persona que me impulsa, me da los mejores consejos y me ayuda a mantenerme humilde. Para jugar fútbol hay que ser humildes porque el fútbol es muy hermoso para dañarlo con actitudes arrogantes.

Cuando entro al Polideportivo mi mente se despeja de todo, comienzo a tocar el balón, a socializar. Es mi vida, mi casa, y ahorita estoy jugando en el Petare Fútbol Club, los profesores vieron mi talento y quiero seguir mejorando como persona y como futbolista, porque, ¿de qué me vale ser tremendo futbolista si soy una mala persona?, eso va de la mano.

Tuve mucho tiempo solo y la hermana del director me llevó para su casa, en estos momentos estoy viviendo con ella. Todo lo que está a su alcance me lo da, nunca me niega nada, me compra ropa, está pendiente de que esté aseado. No sé qué sería de mí si no la hubiese conocido.

Es muy difícil para mí contarle esto a las personas pero tengo que hacerlo. Comencé a esforzarme fuertemente en el fútbol, fui lateral derecho del equipo del Mesuca, me gané mi puesto con sudor y lágrimas. La he pasado feo, pero gracias a Dios, el fútbol me ha salvado de todo eso.

Si pones a un niño de la calle a hacer deporte, su mente no va a estar en el peligro porque tiene una meta, llegar lejos en lo que le gusta. Eso es lo que me ha llevado a mí hasta donde estoy.

Quiero salir adelante con el fútbol y con mis estudios. Mis ganas de jugar y de estudiar son tan grandes que me tengo que parar a las tres de la mañana para venirme de La Guaira a Caracas, entro a las siete al liceo, salgo de allí corriendo al fútbol y a las cuatro y media vuelvo a irme a La Guaira. Mi promedio en este momento es de 18.5, nunca he tenido problemas con eso, los profesores siempre me ayudan, por eso el director vio eso en mí, que yo podía ser algo más de lo que estaba siendo en ese momento.

Me encantaría estudiar Derecho, creo que es una carrera que me gusta porque soy una persona imponente con lo que quiero. La justicia es un valor que pone a todo el mundo en una estabilidad. Si tú crees que algo es justo tienes que hacerlo, decirlo, porque si no qué tipo de persona serías diciendo una mentira. Para mí la verdad va de la mano con la justicia.

Lo que más me ha impulsado ha sido el apoyo de mi abuela. Ella es alguien muy especial para mí, sus consejos y regaños eran para que no me saliera del carril, como ella dice. Cada día me decía un dicho diferente, me inspiraba mucho. “Es bueno el cilantro pero no tanto” y cuando yo hacía algo que la hacía enojar me decía “cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Cuando pasaba hambre y me sentía solo, los libros me ayudaron bastante, los sacaba de la Biblioteca de Petare con mi carnet. El primero que leí fue Un Gran Campeón. Leí Moby Dick, La Momia, y Los Tres Mosqueteros, en donde me identifiqué junto a mis dos mejores amigos, somos inseparables. Uno es el capitán del equipo, buena persona y buen jugador, y el otro junto a su familia siempre me ha ayudado, demasiado.

Me gustaría parecerme a Luka Modrić. Cuando estaba pequeño estuvo en las guerras de Croacia y se la pasaba en un estacionamiento día y noche jugando con la tripa de un balón. Míralo ahora, está en el Real Madrid, es uno de los mejores mediocampistas del mundo. Su historia es impresionante. Todo el mundo se concentra en Messi y Cristiano Ronaldo, pero no ven a los jugadores que los asisten, que le dan la fama. Además de tremendo jugador, quiero ser tremenda persona.

Para mí la felicidad es una emoción que está constantemente en nuestros pensamientos y nuestra forma de ser. Me pongo feliz con cualquier cosa. Hace un mes me dieron un par de zapatos nuevos porque los míos estaban horribles, me puse feliz porque sé que me están dando herramientas para yo salir adelante. Lucho por mi futuro, por mis compañeros y por mí.

Escritura:
Odri Albornoz
Fotografía:
Julio Suárez
Lugar:
Petare, Caracas
Fecha:
15.5.2018
La he pasado feo, pero gracias a Dios, el fútbol me ha salvado de todo eso.
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