Quedé huérfana a los trece años de edad. Vivía con mi familia en una zona de conflicto en Colombia. Mis padres fueron asesinados por la guerrilla. Mis hermanos salieron un día a cobrar venganza y nunca más los vi. Por esas razones, desde muy pequeña, me tocó tomar las riendas de mi vida.

He trabajado mucho. Siempre me ha gustado trabajar. Si no estoy trabajando no tengo vida. La satisfacción del trabajo bien hecho, del deber cumplido, eso no tiene comparación. He tenido la suerte de hacer trajes de novia para muchas de mis clientas y ver cómo lloran de felicidad cuando se los ponen. Hacer que la gente se sienta bien me llena mucho. Eso vale más que el dinero.

Ya tengo casi 50 años viviendo en Venezuela. Llegué a La Pradera, en La Vega, porque se cayó la casa donde vivía en la carretera vieja de La Guaira. Aquí no había luz, agua, ni carretera, pero desde ese momento comencé a trabajar con los vecinos para organizarnos, construir nuestros ranchitos y siempre buscar la forma de vivir mejor. En esa época no había delincuencia, solo el canto de los pajaritos y un frío parejo. Durante muchos años estuvimos tranquilos, pero el barrio comenzó a crecer y todo cambió. 

Desde que fui presidenta de la Asociación de Vecinos tuve que comenzar a negociar con los delincuentes. Una vez estaban guardando la droga en la iglesia, cuando iba a abrir la puerta me la encontraba metida entre los huecos de las paredes. Hablé con ellos y les dije: “bueno muchachos ¿qué vamos a hacer aquí? ¡Respétenme el sitio, caramba! no podemos seguir guardando la droga en la iglesia. Aquí ni me guardan, ni me venden eso, la escuela, la iglesia y el centro de salud me los respetan”. De buena manera se fueron a vender su broma para otro lado. Desde ahí comenzaron a respetarme.

En el barrio todos me respetan muchísimo, hasta los malandros, y creo que por eso puedo llegar y hablarles con firmeza, porque todo el mundo en la comunidad me apoya, así sea de lejitos pero siempre están ahí. Saben que ellos cuentan conmigo y yo con ellos. 

Soy una mujer de carácter muy fuerte, quizá lo heredé de mi papá que era alemán, pero soy humana a la vez. Le digo las cosas a la gente como son, para que reflexionen y cambien. Muchas veces, cuando he tenido que enfrentarme a los delincuentes, no sé quién soy ni por qué lo hago y es que, soy más miedosa que el carrizo, esa es la verdad. Sin embargo, hay momentos en los que uno tiene que hacer de tripas corazón y sacar toda la fuerza que se tiene así se esté muy asustado.

A lo que más le temo es a una ira de Dios, sobre todo ahora que se ha perdido la fe, el respeto y el amor por el otro. Eso me parece triste. También le temo a una escasez de hombres, si no hay hombres que trabajen en el campo, que siembren, nosotros estamos fregados.

Por Facebook soy famosa porque me la paso escribiendo poemas. Me encanta la poesía. Siento una paz impresionante cuando escribo y también siento que esa soy yo, muy romántica, a pesar de que no he sido feliz en el amor. Todavía a mis 79 años me preguntó por qué, pero al mismo tiempo me doy la respuesta, he sido muy exigente, muy perfeccionista y la perfección no existe, el único perfecto es Dios. Aunque la exigencia me llevó a quedarme sola, mantengo la esperanza de encontrar un compañero, algún día.

Siempre quise ser artista, ser cantante, esa es mi fantasía. Mis hijos me dicen que tengo una voz muy linda. Me veía en un escenario grande, llena de aplausos. Pero, los aplausos los he recibido mucho, por mi trabajo social, y no solo aplausos sino bendiciones.

Escritura:
Nathaly Varela
Fotografía:
Susana León
Lugar:
La Vega, Caracas
Fecha:
21.7.2017
Hay momentos en los que uno tiene que hacer de tripas corazón y sacar toda la fuerza que se tiene así se esté muy asustado.
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