Mis primeros recuerdos de la cocina me llevan a mi infancia, a los dulces que mi abuela preparaba en navidad, el cabello de ángel y el dulce de lechosa. Nunca eran iguales a los de todo el mundo, siempre eran con una presentación muy bien cuidada, muy petit fours; y todo lo que estaba detrás de eso, los aromas, la preparación, las especias, incluso hacer las compras con la lista destinada para cada postre, todo ese proceso me fascinaba. De allí viene mi gusto por la cocina, de esa herencia materna.

Me gustaba ver a mi abuela horneando sus dulces, ver cómo ella juntaba distintos elementos para crear otra cosa totalmente diferente. Es como pasar de lo plano: el azúcar, la harina, el cacao, a formar algo en tres dimensiones como una torta exquisita que además le saca una sonrisa a la gente, eso siempre ha sido mágico, y aún hoy es algo que me hace sentir realizado.

Siempre somos emprendedores, desde el momento en que decidimos llevar a cabo cualquier empresa, ya sea una familia, una carrera, una idea, un sueño. En mi caso, viniendo de una familia tradicionalista, mi mayor emprendimiento ha sido asumir, desde esa tierna infancia, la posibilidad de crear, de hacer algo nuevo.

Yo estoy convencido de que la pasión es esencial para crear valor. Es el talento humano más importante de todos. Desde el agricultor que se atrevió a lanzar una semilla en una determinada fase lunar para ver qué crecía de ahí, y que luego se atrevió a probar y degustar los sabores de sus frutos; hasta los más afamados chefs del mundo que crean sus platillos originales con ingredientes exóticos. En todo lo que haces debe haber pasión, si no, mejor no lo hagas, porque eso no va a tener alma. Y la pasión es inmedible. Ahorita en la situación país que tenemos, quizás yo aún no he llegado a la quintaesencia de mis postres, pero seguimos trabajando en ello, ya llegará el momento, todo a su tiempo. 

Si nosotros desde nuestro horno, horneamos para tu corazón y lo queremos hacer desde la felicidad y la alegría, debemos tener la precaución de que lo primero que mata esa felicidad es la ilusión del control. Entonces no pienses en controlar, sino en dominar. Nosotros trabajamos con fichas técnicas, y esa misma receta se la podemos dar a quien sea para que la haga desde cero, inclusive el paso a paso. Eso no nos preocupa, porque al final, cada quien le pondrá su toque personal. Tal vez la primera vez no te quede tan bien, pero con la práctica, cuando vayas agarrando confianza en ti mismo, ahí sí te quedará perfecto. Así es todo: Probar, intentar, atreverse. Aprender. Crear. Eso es lo que enriquece la receta de la vida.   

Cuando cocino me siento como un mago. Cada quién le pone su propia magia y su sexto sentido a una receta. Así cada día es algo diferente, nunca será la misma receta. Hoy se me antojó ponerle al merengue un toque de ralladura de algún cítrico, o una esencia nueva, y la gente se maravilla: ¡Qué delicia! ¡Chamo, ¿qué le pusiste a esto?! Detrás de cada invento, de cada postre está el niño Randall deleitándose porque a la gente le gustó mi receta y la combinación de ingredientes que le puse. Es cuestión de añadirle tu propia perspectiva, tu personalidad a cada dulce.

La gente se mide por la huella que deja, muchas impresiones son efímeras, pero lo que los demás recordarán de ti es la particularidad de tu aporte genuino, tu huella personal. Si desde tu autenticidad logras hacer clic, no mueres, sino que perduras en el tiempo, en la memoria de la gente. Y eso es lo que quiero imprimirle a todos y cada uno de los postres de El Dulce: Autenticidad. Personalidad.

Nuestros postres son pensados dentro de un estilo clásico con toques avant-garde, pero accesibles a la mayor cantidad de personas, para poder llegar a todos nuestros clientes. En cada dulce respetamos los picos de sabor y aprovechamos cada elemento que nos ofrece la naturaleza. Desde allí, queremos marcar la pauta como promotores gastronómicos de la venezolanidad sabrosa. 

Elegimos como sabor el dulce porque creemos que la vida puede ser rosa si la pintas rosa, esa es tu decisión. Cada cosa que cocinas puede llegar a transformarte internamente si lo vives así. Puedes estar triste en un momento dado, pero si te pones a hacer un postre enseguida se te alegra la vida, y al compartirlo, se la alegras también a los demás. Lo importante para nosotros es que nuestros postres tengan ese detalle cálido que es la esencia de la cocina: El compartir. Un dulce siempre sabe mejor cuando lo compartes y recibes la apreciación del otro.

El aspecto más dulce que le imprimo a la preparación de cada postre es mi creatividad, mi pasión, ponerle corazón y entrega al 100% a todo lo que hago, y con la mayor sinceridad. Esos son los ingredientes secretos de cada postre de El Dulce. La mejor receta siempre está dentro de ti.

Con El Dulce, seguimos en Venezuela porque creemos que es necesario, hoy más que nunca, resaltar nuestros talentos, nuestras riquezas. Históricamente la tendencia ha sido a no reconocernos en lo bueno. No se trata de ser jactanciosos, sino de reconocer todo lo bueno que tenemos para dar. Por eso también me interesa mucho rescatar nuestra tradición; si no tienes tradición, no tienes identidad. Ese es otro elemento importante en El Dulce, aquellas cosas tangibles e intangibles que son nuestras, que a veces muchos de nosotros no las conocemos. Ingredientes nacionales maravillosos como la Sarrapia, la Uchuva, el Copoazú... haberme encontrado con ellos en un mercado, descubrirlos e incluirlos en nuestras preparaciones es un tesoro. Siempre conservando la calidad. Soy el chef de El Dulce, y antes que nadie, todo pasa por mí, si un postre no me gusta, jamás se lo ofrecería a alguien, porque lo que más valoro es la honestidad, la franqueza y el compromiso con la excelencia.

Escritura:
Alexandra Cona
Fotografía:
Susana León
Lugar:
Los Chorros, Caracas
Fecha:
5.4.2019
Así es todo: Probar, intentar, atreverse. Aprender. Crear. Eso es lo que enriquece la receta de la vida.
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