Durante mi infancia vivíamos en Cúa, eso fue desde que yo estaba en cuarto grado hasta que me gradué del bachillerato, durante nueve años más o menos, me costó adaptarme por el clima, porque hace un calor terrible, y además no había cine, entonces había que hacer todo un viaje a Caracas para poder ver una película. Pero lo que me encantaba de Cúa es que nuestra casa estaba ubicada en un terreno enorme, muy amplio, con muchos árboles grandes, y muy cerca pasaba el río Tuy. Por las noches yo solía subirme al techo de la casa y observar desde allí las estrellas. Esas son cosas que no se tienen en las ciudades porque hay mucho concreto, mucha luz artificial.

Otra cosa que extraño de allá eran mis amigos de la urbanización, cuando nos reuníamos y salíamos a andar libres en bicicleta por todo el pueblo, para arriba y para abajo. O simplemente nos íbamos a caminar por esos montes con total libertad a jugar o hacer nada. Eso es algo que no es fácil hacer en las ciudades, porque es diferente. Son el tipo de cosas que al vivir en un sitio más sencillo puedes apreciar.

Ese tránsito hacia la ciudad implicó una superación, ir por más. Vengo de orígenes humildes y de allí se formaron los valores que mis padres me inculcaron. Yo creo que eso está en nuestro ADN familiar, superarnos, progresar y sentar las bases para que las generaciones siguientes tengan mejores oportunidades para surgir. Mis abuelos, nuestros precursores, no se conformaban con lo que tenían, siempre iban por algo más allá, algo mejor.

Desde niño siempre fui muy preguntón. Nunca me conformaba con las respuestas que me daban. Yo quería saber el por qué de todo. Desde muy pequeño y aún hoy en día, la curiosidad por saber qué hay más allá de lo que vemos, o imaginar el vasto universo, es una de las cosas que más me ilusionan. También me emociona muchísimo descubrir cómo se expresan las leyes científicas de la física o de la química en la experiencia más cotidiana.

Normalmente la gente piensa que yo soy malhumorado porque me la paso con el ceño fruncido, pero en realidad, lo más seguro es que esté pensando en algún enigma del universo, tratando de resolver la inmortalidad del cangrejo dentro de mi cabeza.

No soy físico ni astrónomo, pero soy súper aficionado a todo lo que hay afuera del planeta tierra, en el espacio interestelar. Siempre estoy leyendo cosas sobre el origen del universo o viendo programas de ciencia y de física. Puedo pasar horas en eso, aunque sea por perder el tiempo, porque yo no me gano la vida con eso. Pero es algo que desde niño me fascina. Yo soñaba con ser astronauta, arqueólogo o biólogo marino. Los dinosaurios eran una de mis pasiones, usualmente jugaba a ser científico. Mi madre que era enfermera, me traía unas pipetas de su trabajo para jugar y en casa teníamos un libro de química que un amigo de mi padre nos regaló. Esas eran mis diversiones, recrearme en un laboratorio científico donde fantaseaba haciendo experimentos.

Si me dieran la oportunidad de viajar y colonizar Marte eso me encantaría, así fracasara ese proyecto y nos quedáramos varados allá, porque lo que me mueve es la pregunta de cómo sobreviviría el ser humano en ese planeta, siendo que Marte tiene un cuarto de la gravedad del planeta Tierra. Resultaría en un tipo de humano diferente al que conocemos, es lo más probable.

Respecto a la pregunta de si hay o no vida en otros planetas, sinceramente no me extrañaría que la hubiera, porque si nuestro universo observable llega hasta el punto desde donde la luz nos alcanza, quizás hasta ese punto no haya vida, pero ¿y todo lo que está más allá, en ese lugar a donde no hemos podido llegar todavía? El universo es tan inmenso que ¿por qué no habría vida allí como la nuestra?, ¡definitivamente tiene que haberla!

Quizás la razón del ‘por qué’ de las cosas y la curiosidad de saber si puedo probarlo por mí mismo es lo que me motiva a ir tras la respuesta. Sin embargo, son las cosas que no entiendes pero que a la vez, en el fondo, no quieres llegar a entender. Con la respuesta se acaba todo y uno como que quisiera seguir maravillado con esa inmensidad tan enigmática.

Escritura:
Alexandra Cona
Fotografía:
Astrid Hernández
Lugar:
Country Club, Caracas
Fecha:
23.5.2017
Normalmente la gente piensa que yo soy malhumorado porque me la paso con el ceño fruncido.
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