¡Yo soy así! Hago las cosas porque quiero, porque a mí me nace. Si no me gusta, no lo hago. Y así la vida es más sencilla, más feliz.

Yo nací en este barrio y aquí vivo. Mi infancia fue feliz, no teníamos esta tecnología, ni nada, pero fue feliz. Comíamos caraotas y arroz. Nada de pollo ni carne, eso era un lujo. Pero tuvimos una infancia que yo te voy a decir, sinceramente, si la pudiera cambiar no lo haría. Me gustaría vivir lo que nosotros vivimos, nos alegrábamos con lo cotidiano y éramos solidarios.

En mi casa teníamos un radio y nos pegábamos ahí a oír la comedia. Hasta que la señora Petra trajo la primera televisión. Eso fue un boom, se ponía lleno. Veíamos más que todo las coreografías. Yo tenía como doce años y me preguntaba cómo hacía esa gente para estar metida ahí en esa caja.

De ahí me vino que quería ser bailarina, pero nunca se me dio mi sueño. No se me dio porque antes uno no tenía las posibilidades de ahora. Ahorita usted quiere hacer lo que quiera hacer y lo hace, pero antes no.

Entonces me fui por otro lado. También me gustó siempre la política. A veces se hacían reuniones en el barrio, pero yo decía: “No puede ser”. Siempre era lo mismo. De los políticos apenas se sabía cuando venían elecciones, hacían la campaña, prometían y no hacían nada. No había escaleras. Cuando llovía uno patinaba. En eso vino un plan de emergencia y pusieron cloacas, escaleras y techos, como que se les conmovió el corazón... Después encaucé ese interés empezando a trabajar en mi comunidad.

Tuve un comedor popular en mi casa por once años y atendía a más gente de la que tenía capacidad. Eso fue una maravilla, que le dieran la comida a uno y poder cocinarle a otra gente que lo necesitaba. Fue ad honorem al principio, pero fue un trabajo muy bonito. Aparte a mí me gusta cocinar, yo lo hacía con tanto cariño, una devoción que yo tenía. De ahí me di cuenta de que hago un arroz con leche que me queda bien bueno, la gente se ponía como loca. Es una de las cosas que hago ahora para bandearme.

No tengo temor de nada porque sé que algún día tengo que morir. No me quiero quedar todo el tiempo mandando en la comunidad ni nada de eso. Yo ya no puedo hacer lo que hacía antes, hace diez años atrás, subir el cerro, bajar el cerro, hacer las encuestas, no, mis pies ya no me dan, me duelen, las manos me duelen. Por lo que me preocupo es por dejar un legado, para mí es importantísimo porque esa es mi forma de ser, es mi fuente de vida, lo que me mueve. Hay bastantes cosas que hacer y el momento es ahorita.

Aunque como decimos las compañeras del consejo comunal y yo: “Nosotras no estamos viejas”. Ahora estamos preparando un equipo de muchachas para que hagan el relevo. Yo les digo que tienen que hacerlo por amor, con tolerancia y perseverancia, porque si lo vas a hacer solo porque crees que te van a dar algo se te va a ir la motivación. Me siento orgullosa porque las escucho hablando y yo digo: “¡Cónchale! Sí tienen conciencia”.

Soy una luchadora social. Sigo andando porque me gusta luchar por mi comunidad, luchar por el día a día; ayudar a las personas que están alrededor de mí o de otras partes, así sea con una idea, no es solo lo material, las ideas también son aportes. Y además tengo a mis nietos, que son todo mi amor, como mis hijos, ellos son la continuación de mi vida, de mis deseos, de mí pues; mi mayor legado.

Escritura:
Saymary Silva
Fotografía:
Camila Ayala
Lugar:
San Agustín, Caracas
Fecha:
8.6.2017
No tengo temor de nada porque sé que algún día tengo que morir.
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