Antes de estudiar Comunicación Social, estudié Administración de Empresas Turísticas porque estaba enamorado de la que fue mi novia y la perseguí hasta la universidad. Estando con ella me gradué, y cuando me gradué, me separé, y desperté. Entonces me di cuenta de que yo había estado ahí por ella, y que yo lo que quería era estudiar Comunicación Social. Entonces en ese momento creo que logré anteponer lo que realmente soy, ese lado oculto que todos tenemos y a veces no reconocemos. Lo reconocí, me congracié con él y lo acepté. A partir de ahí todo terminó haciendo foco, porque convertí mi pasión en un motor.

Pertenezco a una generación de la universidad que llaman, de forma absolutamente pavosa, la última promoción del siglo XX. Allí aprendí a hacer cine en 16 y 35 milímetros, un privilegio que las nuevas generaciones no tienen, pero además con personas muy trabajadoras, muy fajadas, como Edgar Ramírez, Marcel Rasquin, Juan Antonio Díaz, Héctor Palma, Nacho Palacios, entre otros. Los resultados se ven, dieciocho años después.

Yo creo que ahí empezó todo, yo siempre les digo a los estudiantes: Tú tienes que creerte lo que quieres ser profundamente y practicar esa fe desde la universidad. Lo que tú te creas es lo que vas a ser.

Después de abrirme paso como extranjero en Barcelona, estudiar dos maestrías contradictorias, Documental de Creación y Guion Cinematográfico, y hacerme director, obtuve el mayor premio de mi carrera: siete Leones de Cannes, que es el máximo galardón en publicidad. Creo que eso me cambió. Me vi ganando esos siete Leones y me pregunté: ¿Qué más quieres? Fue cuando de nuevo antepuse el verdadero Joe y me vine a Venezuela a fundar TRES, mi productora.

El tema está en la terquedad de mantenerte fiel a ti mismo. Y hay que saber que ese camino es más largo, es más difícil, conlleva grandes sacrificios. Eso lo comprendí mejor tras la muerte de mi padre, cuando lo hallé a él en Benítez, el protagonista de la novela La otra isla, de Francisco Suniaga. Este personaje literario me llevó a mi padre porque como él, es un abogado, pero sobre todo es un hombre profundamente correcto, que vive prendado a sus principios morales y éticos, y no puede huir de sí mismo. 

Es un hombre que es un perdedor para una sociedad como la contemporánea. Pero realmente es un vencedor, porque no está dispuesto a traicionarse a sí mismo. Hay hombres y mujeres que en un acto de sinceridad brutal, son capaces de asumir ese otro lado, llámese el lado opaco, el lado escondido, tamizado, doloroso, oscuro, el que la sociedad condena. Y mi padre me imagino que en algún momento intentó huir de él a través de su profesión, pero se terminó encontrando con que él, en realidad, era un hombre íntegro que quería ser escritor, y eso tiene un precio muy alto. Yo honestamente no soy como mi padre, ojalá tuviera esa estatura moral. Pero como realizador audiovisual, como cineasta, tengo esa integridad, soy como una especie de obsesionado, de Don Quijote, luchando contra una cantidad de molinos que cada vez son más.

De las cosas que me pasan me quedo con lo bueno, siempre mi cerebro va como decantando lo malo, y eso es lo que me permite seguir. Por eso es que pienso que el verdadero logro es intentarlo, entender eso también me impulsa a lidiar con el fracaso. El que nunca fracasa es porque no lo intentó.  

Afortunadamente hoy estoy haciendo justo lo que quiero. Volver a Venezuela y fundar TRES es lo mejor que he hecho en mi vida. Sigo trabajando por mi pasión, junto a mis mejores amigos de la universidad. Todo lo que Venezuela me dio a mí, ahora se lo devuelvo. Hay un sentido identitario y de reciprocidad que para mí es fundamental. Sin embargo, siento que me queda mucho por hacer. A veces me veo como alguien satisfecho, tranquilo, orgulloso por lo que he alcanzado, pero enseguida me entra una especie de angustia por todas las cosas que todavía quiero hacer.

Hace veintitrés años asumí que mi vida era la producción audiovisual, y eso me ha traído grandes satisfacciones, soy agradecido, soy privilegiado, pero eso tiene un precio, y lo he pagado. Ya no veo solo los logros, que son múltiples y están ahí, veo también con claridad lo que he sacrificado, el tiempo que le dedico a la familia, a la pareja. Entonces vuelvo la cara al pasado y me siento orgulloso, pero siento que me falta algo. Me hace falta formar una familia, tener una pareja, un hijo, una casa, un perro. Pasar más tiempo con mi madre. No me refiero a un hogar de ficción, sino a ese compartir especial que, termino por pensar, es lo más importante de la vida.

Quizás es momento de anteponer de nuevo el “otro lado” de Joe.

Escritura:
Saymary Silva
Fotografía:
Pedro Tovar
Lugar:
Los Palos Grandes, Caracas
Fecha:
20.9.2017
Lo que tú te creas es lo que vas a ser.
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