Yo era el típico niño inquieto, de esos que llaman “terremoticos”. Dondequiera que iba terminaba rompiendo algún adorno o parte de la vajilla. Era difícil tranquilizarme, me la pasaba curioseando con todo lo que veía, el único momento en el que se agotaba mi energía y mi ímpetu era cuando escuchaba el sonido de algún objeto al chocar contra el suelo, seguido de las miradas intimidantes de mis padres. Los carritos a control remoto siempre fueron mis juguetes favoritos, no para jugar con ellos, sino para desarmarlos y ver cómo funcionaban y luego armarlos de vuelta. Es increíble la cantidad de piezas que sobran en los aparatos electrónicos. 

Fui muy apegado con mi abuela, su amor era incondicional a pesar de mis berrinches. Un día me porté muy mal y le dije que no la quería. Para mi sorpresa, ella apareció en mi habitación con un plato que quedaría marcado en mi memoria hasta el día de hoy: puré de papa con tocineta. Aún percibo su aroma y me trae innumerables emociones y recuerdos de mi abuela.

Mi papá estaba decidido a que su hijo fuera el nuevo grandes ligas de Venezuela. Todo iba saliendo al pie de la letra; los fines de semana íbamos a la caja de bateo y practicábamos juntos. Un trágico día, el sueño de mi papá se arruinó, gracias a una pelota que perdió el curso y acabó estrellada en mi rostro. Desde ese momento, el béisbol y yo nos separamos definitivamente. 

A pesar de aquel incidente, nunca dejé el deporte. Supongo que mi espíritu enérgico e incansable lo necesitaba. Me inscribieron en natación, la que sin saberlo se convertiría en una de las pasiones de mi vida. Allí aprendí tantas cosas de mí mismo. Me di cuenta de que era una persona extremadamente competitiva; ganaba muchísimas competencias y siempre quería nadar contra los mejores solo para medir si era lo suficientemente bueno. Si mi instinto me decía que podía hacer algo, no descansaba hasta que lograba mi cometido. Por vueltas que da la vida, tuve que dejar la natación.

Comencé a estudiar Ingeniería en Telecomunicaciones, carrera que algunos familiares habían iniciado pero no habían terminado. Todos en mi familia dudaron de mi cordura, porque estudiar eso era muy difícil y pensaban que no iba a poder graduarme. Sin embargo, eso no hizo sino motivarme aún más. Ese instinto competitivo despertó, y mi nueva meta era conseguir mi título. Con mucho esfuerzo y dedicación lo logré.

Tras aquello, me encontré con ganas de comerme al mundo. Comencé a trabajar en el área de la construcción, rodeado de contratistas y trabajadores de ese ámbito. Aprendí mucho, tanto de la labor como de los negocios, sobre todo, gracias al apoyo de quien en ese entonces era mi jefe. Disfruté bastante aquella experiencia, dado que forjó quien es Armando en la actualidad.

En cierto momento tuve una necesidad en casa, que a pesar de lucir simple, me complicó la vida un montón: la bomba de agua de mi residencia se averió y al no lograr conseguir un técnico de confianza, me tocó bañarme con tobito un buen rato. De aquella situación nació una idea: una plataforma para que cualquier persona pudiera resolver los típicos problemas de casa, con personal calificado y con solo pulsar un par de botones. Esa idea tenía un largo camino cuesta arriba, pero cuando el deseo por lograr algo es más grande que tu miedo, no hay obstáculo que no puedas superar. Me gustaría que todos se propusieran a vencer sus miedos, salgan de su zona de confort y luchen por sus sueños, por difíciles que parezcan. Cuando las cosas se compliquen deben creer en algo; los que han llegado lejos es porque han creído en algo, sea Dios, Fuerza, Espíritu. Yo le llamo de una manera diferente todos los días. 

Una de las pocas personas que siempre me acompañó durante esta etapa fue mi novia, por quien también tuve que luchar. Estuvimos largo tiempo separados, pero mi perseverancia hizo que la recuperase. Ahora es mi compañera de aventuras incondicional, ella es quien me tiene más paciencia. Si quiero lanzarme en paracaídas, tal vez no se lance conmigo, pero me esperaría abajo sin dudar. 

Yo tengo dos referentes en mi vida a seguir: Elon Musk y Steve Jobs. Me habría gustado haber sido asistente de Steve Jobs. Pero si en este momento tuviera la ocasión, trabajaría con Elon Musk, durante solo una semana, aprender lo más que pueda; cómo piensa, qué decisiones toma, y luego aplicarlos en mi vida y en mi proyecto. Al igual que ellos quiero dejar algún legado para la humanidad, algo que ayude a las personas y perdure en el tiempo para las generaciones venideras.

Escritura:
Andrés Piña
Fotografía:
Susana León
Elizabeth Hernández
Lugar:
Los Palos Grandes, Caracas
Fecha:
7.9.2017
Me gustaría que todos se propusieran a vencer sus miedos, salgan de su zona de confort y luchen por sus sueños, por difíciles que parezcan.
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