Yo soy guajira. Tengo casa en Maracaibo, una hembra y un varón y dos nietos. Trabajo en limpieza y cocina en Caracas. Libro el fin de semana y bajo a la iglesia. Estudié nada más tercer grado porque el colegio quedaba lejísimo; eran como tres horas para llegar ahí. En la Guajira, había que pararse de madrugada, a las cuatro de la mañana, para llegar a las siete. Caminaba hasta allá y a veces iba en burro.

Mi mamá me llevó a Maracaibo para trabajar. Me llevaron a los trece años sin saber hablar español. Después conocí a varias personas que me enseñaron a hablar y a cómo trabajar.

En Maracaibo había de todo: oportunidad de estudiar y superarme. Pero yo perdí esas oportunidades. Me gustaría estudiar enfermería. Como me gusta cocinar seguiría aprendiendo eso también. Escogería enfermería porque en la Guajira casi no hay nada para ayudar a la gente. Por cierto que hace poco se murió un primo porque no había nada cerca, no había medicina, ni nada, así como en los hospitales de Caracas. No hay hospital cerca y no hay carro porque no pasan a esa hora: ¡te mueres! Hace falta ayudar.

Me vine a Caracas con un novio. Quería conocer con él esta ciudad y ver si era diferente a Maracaibo. Me quedé por el clima, el frío y el trabajo. Me vine acá pensando reunir para mi casa en Maracaibo. Aquí también conocí al papá de mi hija. Lo conocí trabajando, pero tenía mujer. Lo dejé cuando entré ya en la iglesia. Yo pensé que si me quería tenía que dejar a su mujer. No volví a verlo. Yo ya tengo casa propia en Maracaibo. Todavía falta poner el piso, las ventanas, todo eso.

En Caracas aprendí a cocinar comida árabe y también trabajé con un chef. Yo era asistente de él cuando iba a hacer una comida para El Poliedro y eso. En la Guajira yo creo que cocinaba desde más pequeña, como a los nueve. Y buscaba agua. Iba con un burro a una broma por ahí bien lejos. Mi abuela me decía: “tú tienes que preparar la comida de tus hermanos”. 

Soy cristiana, voy al barrio El Limón a evangelizar todos los sábados y domingos. Buscamos a la gente, alquilamos camionetas y los traemos a la iglesia. Yo siento que los ayudo a ellos a reconocer la palabra de Dios, a motivarlos, que lleguen a la iglesia y hagan oraciones. Que se entreguen a Dios si tienen fe. Las personas que tienen problemas, después de que hacen la oración, se sienten mejor.

La fe me ha salvado varias veces. Hace mucho, cuando fuimos a sacar los restos de mis familiares en la Guajira, fuimos bastantes: mis primas, mis hermanos, mis sobrinas, y todos íbamos en el camión. Salimos como a las cinco de la tarde de la Guajira para ir a Maracaibo. Atrás venía un carrito lleno de puros hombres bebiendo, borrachos que venían de la playa. Algo me decía que el carrito iba a atravesarse. El carro se quedó atascado bajo el camión. Cayó mi hermano, mi hijo, y el vidrio cayó todo hacia mí. Dentro de mí fue: “¡¿Tú existes Dios?! Si tú estás aquí conmigo, me salvas”. Y toditos nosotros nos salvamos. Ahí fue que vi que siempre hay que tener fe en Dios. Así fue que entré en la iglesia. Eso fue un aviso porque ya había tenido varios accidentes.

En un futuro me gustaría tener un negocio. Vender refresco, helado, tortica, café, empanadas. Quiero tener un localcito pequeño para empezar, en Maracaibo. 

Escritura:
Dayani López
Fotografía:
Camila Ayala
Lugar:
El Cafetal, Caracas
Fecha:
13.6.2017
En un futuro me gustaría tener un negocio.
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